¡Alabado sea Tu Nombre, oh Señor mi Dios! Soy Tu siervo que se ha asido a la cuerda de Tus tiernas mercedes y se ha aferrado al borde del manto de Tu munificencia. Te suplico, por Tu Nombre, mediante el cual has sometido a todas las cosas creadas, visibles e invisibles, y por el cual se ha difundido por toda la creación el hálito que es, en verdad, la vida, que me fortalezcas con Tu poder, que ha envuelto los cielos y la tierra, y me protejas de toda enfermedad y tribulación. Atestiguo que Tú eres el Señor de todos los nombres y Quien ordena todo lo que Le place. No hay otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Sapientísimo.
Ordena para mí, oh mi Señor, lo que me beneficie en cada mundo de Tus mundos. Provéeme, pues, con lo que has decretado para los elegidos de entre Tus criaturas, a quienes ni la denuncia del acusador, ni el clamor del infiel, ni el distanciamiento de aquellos que se han alejado de Ti les ha impedido volverse hacia Ti.
Tú, verdaderamente, eres Quien ayuda en el peligro mediante el poder de Tu soberanía. No hay Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Omnipotente.