No retires, oh Señor, la mesa festiva que ha sido puesta en Tu Nombre, y no apagues la llama ardiente prendida por Tu fuego inextinguible. No impidas que fluya esa agua de vida Tuya que susurra la melodía de Tu gloria y Tu recuerdo, y no prives a Tus siervos de la fragancia de Tus delicados aromas que exhalan el perfume de Tu amor.
¡Señor! Convierte las penosas inquietudes de Tus seres santos en tranquilidad, sus fatigas en sosiego, su humillación en gloria, su tristeza en dichosa alegría, oh Tú que sujetas con Tu mano las riendas de toda la humanidad.
Tú eres, verdaderamente, el Único, el Indiviso, el Fuerte, el Omnisciente, el Sapientísimo.