Soy consciente, oh Señor, de que mis transgresiones me han cubierto el rostro de vergüenza en Tu presencia, y han cargado mi espalda ante Ti, se han interpuesto entre Tu hermoso semblante y mi ser, me han circundado y me han impedido por todos lados el acceso a las revelaciones de Tu poder celestial.
¡Oh Señor! Si Tú no me perdonas, ¿quién podrá, entonces, otorgar perdón? Y, si Tú no tienes misericordia de mí, ¿quién podrá mostrar compasión? Gloria sea a Ti. Tú me creaste cuando yo no existía, y me alimentaste mientras carecía de todo entendimiento. Alabado seas, por cuanto toda prueba de munificencia procede de Ti, y toda muestra de gracia emana de los tesoros de Tu decreto.