¡OH HIJO DE MI SIERVA! Bebe de la lengua del misericordioso el torrente del misterio divino, y contempla en el amanecer de la expresión divina el esplendor manifiesto del sol de la sabiduría. Siembra las semillas de Mi divina sabiduría en la tierra pura del corazón, y riégalas con el agua de la certeza, para que los jacintos de conocimiento y sabiduría broten frescos y vigorosos en la sagrada ciudad del corazón.