¡Glorificado seas, oh Señor mi Dios! Te imploro, por los impetuosos vientos de Tu gracia, y por Aquellos que son las Auroras de Tu propósito y los Puntos de Amanecer de Tu inspiración, que me envíes a mí y a todos los que han buscado Tu semblante aquello que sea propio de Tu generosidad y de Tu munífica gracia y sea digno de Tus dádivas y Tus favores. Estoy necesitado y desolado, oh mi Señor; sumérgeme en el océano de Tu riqueza. Estoy sediento; permíteme beber de las aguas vivas de Tu amorosa bondad.
Te suplico, por Tu propio Ser, y por Aquel a Quien Tú has designado como la Manifestación de Tu propia Esencia y Tu Palabra discernidora para todos los que están en el cielo y en la tierra, que reúnas a Tus siervos a la sombra del árbol de Tu bondadosa providencia. Ayúdalos, pues, a participar de sus frutos, a inclinar el oído al murmullo de sus hojas y a la dulzura de la voz del Ave que canta en sus ramas. Tú eres, verdaderamente, Quien ayuda en el peligro, el Inaccesible, el Todopoderoso, el Munífico.