¡Alabado seas, oh Señor mi Dios! Te imploro, por Tu Nombre, que nadie ha reconocido adecuadamente y cuya trascendencia ningún alma ha desentrañado, y Te suplico, por Aquel que es la Fuente de Tu Revelación y la Aurora de Tus signos, que hagas de mi corazón un receptáculo de Tu amor y de Tu recuerdo. Únelo, pues, a Tu ingente Océano, para que de él fluyan las aguas vivas de Tu sabiduría y las corrientes cristalinas de Tu glorificación y alabanza.
Los miembros de mi cuerpo atestiguan Tu unidad y el cabello de mi cabeza declara la fuerza de Tu soberanía y Tu poder. He permanecido ante la puerta de Tu gracia con absoluta humildad y completa abnegación, y me he asido al borde de Tu munificencia y he fijado los ojos en el horizonte de Tus dádivas.
Destina para mí, oh mi Dios, aquello que sea digno de la grandeza de Tu majestad, y ayúdame con Tu gracia fortalecedora a enseñar Tu Causa de tal modo que los muertos salgan de sus sepulcros y corran hacia Ti, confiando plenamente en Ti y fijando la mirada en el oriente de Tu Causa y en el punto del amanecer de Tu Revelación.
Verdaderamente, Tú eres el Omnipotente, el Altísimo, el Omnisciente, el Sapientísimo.