¡La alabanza sea para Ti, oh mi Dios! Soy uno de Tus siervos, que ha creído en Ti y en Tus señales. Tú ves cómo me he dirigido hacia la puerta de Tu misericordia y he vuelto el rostro hacia Tu tierna bondad. Te imploro, por Tus muy excelentes títulos y por Tus muy exaltados atributos, que abras ante mi rostro las puertas de Tus dádivas. Ayúdame, pues, a hacer lo que es bueno, oh Tú que eres el Poseedor de todos los nombres y atributos.
Soy pobre, oh mi Señor, y Tú eres el Rico. He vuelto el rostro hacia Ti y me he desprendido de todo salvo de Ti. Te imploro que no me prives de las brisas de Tu tierna misericordia ni me niegues lo que ordenaste para los elegidos entre Tus siervos.
Retira el velo de mis ojos, oh mi Señor, para que reconozca lo que Tú has deseado para Tus criaturas y descubra, en todas las manifestaciones de Tu obra, las revelaciones de Tu fuerza todopoderosa. Arroba mi alma, oh mi Señor, con Tus poderosísimos signos, y sácame de la profundidad de mis deseos corruptos y perversos. Decreta, pues, para mí el bien de este mundo y del venidero. Potente eres Tú para hacer lo que deseas. No hay Dios sino Tú, el Todoglorioso, Cuya ayuda todas las almas anhelan.
Te ofrezco gracias, oh mi Señor, por haberme despertado de mi sueño, y por haberme animado y haber creado en mí el deseo de percibir lo que la mayoría de Tus siervos no han logrado comprender. Permíteme, por tanto, oh mi Señor, contemplar todo cuanto Tú has deseado, por amor a Ti y por Tu agrado. Tú eres Aquel, Cuyo poder y Cuya soberanía todas las cosas atestiguan.
No hay otro Dios sino Tú, el Todopoderoso, el Benéfico.