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¡Exaltado eres, oh Señor mi Dios! Te ruego por aquellos a quienes has ordenado observar el ayuno por Tu amor y Tu complacencia, quienes han demostrado su lealtad a Tu ley y han seguido Tus versículos y preceptos, y quienes han roto su ayuno mientras disfrutaban de Tu cercanía y contemplaban Tu semblante. ¡Por Tu gloria! Ya que se vuelven a la corte de Tu complacencia, todos sus días son días de ayuno. Si la boca de Tu voluntad se dirigiere a ellos diciendo «Observad el ayuno por amor a Mi belleza, oh pueblo, y no fijéis límite alguno a su duración», juro, por la majestad de Tu gloria, que cada uno de ellos lo observaría fielmente, se abstendría de todo lo que quebrante Tu ley y continuaría haciéndolo hasta entregar su alma a Ti; pues han probado la dulzura de Tu llamamiento y están embriagados con Tu recuerdo y alabanza y con las palabras procedentes de los labios de Tu mandato.

Te imploro, oh Señor, por Ti mismo, el Exaltado, el Altísimo, y por Tu Manifestación Más Reciente, mediante Quien se han convulsionado el reino de los nombres y el dominio de los atributos, y se han embriagado los habitantes de la tierra y del cielo, y han temblado todos los que habitan en los reinos de la Revelación y la creación, excepto quienes se han abstenido de todo lo que es repugnante a Tu complacencia y se han guardado de dirigirse a otro que no seas Tú, que nos incluyas entre ellos y consignes nuestros nombres en la Tabla en la que has inscrito sus nombres. Oh Dios, mediante las maravillas de Tu poder y las señales de Tu soberanía y grandeza, hiciste salir sus nombres del mar de Tus nombres, y creaste su esencia íntima de la sustancia de Tu amor, y su ser más profundo, del espíritu de Tu Causa. Su reunión no va seguida de separación, su cercanía no conoce la lejanía, y su perpetuidad no tiene fin. Verdaderamente, estos son siervos que siempre hablan de Ti, circulan eternamente a Tu alrededor, y giran en torno al santuario de Tu presencia y la Caaba de la reunión contigo. Tú has ordenado, oh mi Dios, que no haya distinción entre ellos y Tú, excepto que, cuando vieron las luces de Tu semblante, volvieron el rostro hacia Ti y se postraron ante Tu belleza, sumisos ante Tu grandeza y desprendidos de todas las cosas salvo de Ti.

Hemos ayunado en este día, oh mi Dios, por Tu orden y Tu mandato, de acuerdo con lo que has revelado en Tu Libro manifiesto. Hemos resguardado nuestras almas de la pasión y de todo lo que Tú aborreces hasta que finalizó el día y llegó la hora de romper el ayuno. Por tanto, Te imploro, oh Deseo de los corazones de los amantes fervientes y Bienamado de las almas de los que están dotados de entendimiento, oh Éxtasis del corazón de los que Te anhelan y Objeto del deseo de los que Te buscan, que hagas que nos remontemos a la atmósfera de Tu cercanía y el cielo de Tu presencia, y que aceptes de nosotros lo que hemos realizado en el camino de Tu amor y Tu complacencia. Escribe, pues, nuestros nombres entre los que han reconocido Tu unicidad y han confesado Tu singularidad y se han humillado ante las evidencias de Tu majestad y las señales de Tu grandeza, quienes se han refugiado en Tu cercanía y han buscado protección en Ti, quienes han consumido sus vidas en su anhelo de reunirse contigo y alcanzar la corte de Tu presencia, y quienes han dado la espalda al mundo por amor a Ti y han roto el vínculo con todo lo que no seas Tú en su anhelo de acercarse a Ti. Estos son siervos cuyos corazones se derriten con el ardiente deseo por Tu belleza al mencionar Tu Nombre, y cuyos ojos se inundan de lágrimas en su ansia de encontrarte y entrar en los recintos de Tu corte.

Esta, oh mi Señor, es mi lengua que da testimonio de Tu unicidad y singularidad; estos, mis ojos que contemplan la sede de Tu generosidad y Tus múltiples mercedes; y estos, mis oídos, listos para escuchar Tu llamamiento y Tu expresión; pues tengo la seguridad, oh mi Dios, de que has decretado que sean inagotables las palabras que proceden de la boca de Tu voluntad, y a ellas están siempre atentos los oídos que has santificado para oír Tus palabras y versículos. Y estas son mis manos, oh mi Señor, levantadas hacia el cielo de Tu favor y Tu tierna misericordia. ¿Rechazarás, pues, a este pobre que no ha escogido para sí otro amado excepto Tú, ningún donador salvo Tú, ni rey alguno más que Tú, ni protección alguna salvo a la sombra de Tu misericordia, ni refugio alguno excepto ante Tu puerta, que has abierto a todos los que habitan en Tu cielo y en Tu tierra? ¡No, por Tu gloria! Soy aquel cuya confianza en Tu amorosa bondad permanecerá inmutable, aunque me afligieras con tormentos a lo largo de todo Tu dominio; y, si alguien me preguntara sobre Ti, cada miembro de mi cuerpo proclamaría: «¡Él es amado en Sus actos y obedecido en Su decreto, misericordioso en Su naturaleza y compasivo con Sus criaturas!»

¡Oh Bienamado de los corazones de los que Te anhelan! Tu poder me atestigua que, si me echaras de Tu puerta y me abandonaras a las espadas de los tiranos de entre Tus siervos y a las varas de los impíos entre Tus criaturas, y, si alguien me preguntara sobre Ti, cada vello de mi cuerpo declararía, no obstante: «Él es, en verdad, el Más Amado de los mundos; Él es el Más Munífico; Él es el Sempiterno. Él me atrae al tiempo que me distancia de Sí; Él me otorga Su santuario al tiempo que me priva de Su presencia. A nadie he encontrado más misericordioso que Él, por Quien he llegado a ser independiente de todo salvo de Él y he sido elevado por encima de todo excepto de Él».

Bienaventurado aquel, oh mi Dios, que ha sido tan enriquecido por Ti que se ha vuelto independiente de los reinos de la tierra y del cielo. Rico es aquel que se ha aferrado firmemente a la cuerda de Tu riqueza, es sumiso ante Tu rostro, y para quien Tú eres suficiente por encima de todas las cosas. Pobre es aquel que ha prescindido de Ti, se ha mostrado orgulloso ante Ti, se ha alejado de Tu presencia y no ha creído en Tus signos. Haz, pues, oh mi Dios y mi Bienamado, que me cuente entre quienes las brisas de Tu voluntad mueven a su arbitrio; no entre los que el viento del yo y la pasión agita y dirige a su antojo. No hay otro Dios sino Tú, el Omnipotente, el Exaltado, el Más Generoso.

Toda gloria sea para Ti, oh mi Dios, pues mediante Tu gracia me has permitido ayunar durante este mes que has relacionado con Tu Nombre, el Más Exaltado, y has llamado ‘Alá (Sublimidad). Tú has ordenado que durante él ayunen Tus siervos y Tu pueblo y procuren así acercarse más a Ti. Los días y los meses del año han culminado con el ayuno, así como el primer mes empezó con Tu Nombre, Bahá, para que todos den testimonio de que Tú eres el Primero y el Último, el Manifiesto y el Oculto, y estén bien seguros de que la gloria de todos los nombres se confiere únicamente mediante la gloria de Tu Causa y la palabra expuesta por Tu voluntad y revelada mediante Tu propósito. Tú has ordenado que este mes sea un recuerdo y un honor de Tu parte, y un signo de Tu presencia entre ellos, para que no olviden Tu grandeza y Tu majestad, Tu soberanía y Tu gloria, y estén bien seguros de que, desde tiempo inmemorial, siempre has sido y siempre serás el Soberano de toda la creación. Ninguna cosa creada en los cielos o en la tierra puede impedir Tu gobierno, ni tampoco puede nadie de los reinos de la Revelación y la creación impedir que cumplas Tu propósito.

Te imploro, oh mi Dios, por Tu nombre, mediante el cual se han lamentado todos los linajes de la tierra, excepto los que has cobijado con Tu infalible protección y resguardado al amparo de Tu trascendente misericordia, que nos hagas tan firmes en Tu Causa y constantes en Tu amor que si Tus siervos se alzaran contra Ti y Tu pueblo se apartara de Ti, y no quedara nadie en la tierra que invocara Tu nombre o volviera el rostro hacia el santuario de la comunión contigo y la Caaba de Tu santidad, aun así, me levantaría, solo y sin compañía, para hacer victoriosa a Tu Causa, para exaltar Tu palabra, proclamar Tu soberanía y celebrar la alabanza de Tu augusto Ser. Y ello, oh Señor, a pesar de que cada vez que me aventuro a ensalzarte con cualquier nombre, me inunda la perplejidad, pues soy plenamente consciente de que todos Tus exaltados atributos, y todos los excelentísimos nombres que asocio contigo y mediante los que Te ruego en Tu santa presencia, no reflejan otra cosa que la medida de mi propio entendimiento, pues siempre que he considerado un nombre loable, lo he asociado contigo.

Inmensamente exaltada es Tu verdadera posición más allá de la descripción o el conocimiento de nadie salvo de Ti, y muy por encima estás Tú de la glorificación de Tus criaturas y la alabanza de Tus siervos en sus intentos de ascender a Ti. Todo lo que brote de Tus siervos está circunscrito a las limitaciones de su propio ser y es fruto de sus propias vanas fantasías e imaginaciones.

¡Ay, mi Bienamado, ay de mi incapacidad para alabarte adecuadamente y de mis debilidades durante Tus días! Si Te aclamo, oh mi Dios, como Aquel que sabe todas las cosas, al momento percibo que, si señalaras a una roca muda con un solo dedo de Tu voluntad, la capacitarías para desentrañar el conocimiento de todas las edades pasadas y futuras; y, si Te ensalzo como el Omnipotente, encuentro que una sola palabra procedente de la boca de Tu propósito es suficiente para convulsionar los cielos y la tierra.

Tu gloria me lo atestigua, oh Bienamado de todos los que Te reconocen: si cualquier erudito no confesara su ignorancia ante las revelaciones de Tu conocimiento, se le contaría como el más ignorante de Tu pueblo; y, si cualquiera de los poderosos se negara a admitir su debilidad ante las evidencias de Tu poder, se le consideraría la más débil y desatenta de Tus criaturas. Dado mi conocimiento y mi certeza de que esto es así, ¿cómo puedo yo ensalzarte o describirte y alabarte? Por ello, conociendo mi debilidad, me he apresurado a acudir al refugio de Tu fuerza; y, consciente de mi pobreza, he buscado amparo a la sombra de Tu riqueza; y, reconociendo mi impotencia, me he levantado para presentarme ante el tabernáculo de Tu poder y Tu fuerza. ¿Rechazarás a este pobre después de que no ha acudido a otro más que a Ti como su auxiliador, y apartarás de Ti a este extraño después de que no ha encontrado a otro más que a Ti como su verdadero amado?

Tú sabes todo lo que hay en mí, oh Señor, pero yo no sé lo que hay en Ti. Ten, pues, misericordia de mí, mediante Tu amorosa providencia, e inspírame con lo que traiga paz a mi corazón durante Tus días y tranquilidad a mi alma mediante las revelaciones de Tu sagrada presencia. Todas las cosas creadas han sido iluminadas con los esplendores de las luces de Tu semblante, oh Señor, y los moradores de la tierra y del cielo brillan resplandecientes en virtud de las manifestaciones de Tu incomparable majestad, de tal modo que no contemplo nada sin antes percibir en ello la revelación de Ti mismo, una revelación que está oculta a la vista de aquellos siervos Tuyos que yacen profundamente dormidos.

No me prives, oh mi Señor, de Tu gracia, que ha abarcado todos los reinos de la existencia, ya sean visibles o invisibles. ¿Te mantendrás alejado, oh mi Dios, después de haber invitado a toda la humanidad a volver y acercarse a Ti, y de haberla instado a aferrarse a Tu cuerda? ¿Me rechazarás, oh mi Amado, cuando en Tu Libro incorruptible y en Tus maravillosos versículos has prometido reunir a todos los que Te anhelan dentro del pabellón de Tu magnánima providencia, y a los que Te desean, al amparo de Tu generoso favor, y a los que Te buscan, bajo el dosel de Tu misericordia y amorosa bondad?

¡Juro, por Tu poder, oh mi Dios, que mis lamentos me han detenido el corazón, y sus gemidos me han arrebatado las riendas de las manos! Siempre que me tranquilizo y regocijo mi alma con las maravillas de Tu misericordia, las muestras de Tu magnánima providencia y las evidencias de Tu generosidad, tiemblo ante las manifestaciones de Tu justicia y las señales de Tu ira. Reconozco que eres conocido por estos dos nombres y descrito por estos dos atributos; y, sin embargo, no Te importa si Te invocan por Tu nombre «Quien siempre perdona», o por Tu nombre «el Iracundo». ¡Por Tu gloria! Si no fuera por mi conocimiento de que Tu misericordia sobrepasa todas las cosas, habrían dejado de existir mis extremidades, se habría extinguido mi realidad y mi ser interior se habría reducido a la nada absoluta. Pero cuando veo que Tu gracia abarca todas las cosas y Tu misericordia engloba a toda la creación, mi alma y mi ser interior recobran plena confianza.

¡Ay, oh mi Dios, ay por las cosas que he dejado escapar durante Tus días! Y, ¡ay, oh Deseo de mi corazón, ay por lo que he dejado sin hacer en Tu servicio y Tu obediencia durante estos días, cuyo igual jamás han presenciado los ojos de Tus elegidos y Tus fiduciarios! Te imploro, oh mi Señor, por Ti mismo y por la Manifestación de Tu Causa, Quien está sentado en el trono de Tu misericordia, que me confirmes en Tu servicio y en Tu complacencia. Protégeme, pues, de los que se han apartado de Ti y no han creído en Tus versículos, quienes han negado Tu verdad, se han resistido a Tus evidencias y han violado Tu Alianza y testamento.

Toda alabanza, oh Señor mi Dios, sea para Quien es la Manifestación de Tu Esencia, la Aurora de Tu unicidad, la Mina de Tu conocimiento, la Fuente de Tu Revelación, el Depositario de Tu inspiración, la Sede de Tu soberanía y el Punto de Amanecer de Tu Divinidad, Quien es el Punto Primordial, el Exaltadísimo Semblante, la Antigua Raíz y el Vivificador de las naciones; y la gloria sea con aquel que fue el primero en creer en Él y en Sus versículos, a quien hiciste que fuera un trono para el ascenso de Tu muy sublime Palabra, un punto focal para la manifestación de Tus muy excelentes nombres, una aurora para el resplandor del Sol de Tu providencia, un punto de amanecer para la aparición de Tus nombres y atributos y un tesoro de perlas de Tu sabiduría y Tus mandamientos. Y todo honor sea para quien fue el último en llegar a Él, cuya llegada fue como Su llegada, y Tu manifestación en él como Tu manifestación en Él, salvo que él fue iluminado con las luces de Su rostro y se postró ante Él y dio testimonio de su servidumbre a Él; y la gloria sea con los que fueron martirizados en Su camino y ofrecieron su vida por amor a Su belleza.

Damos testimonio, oh mi Dios, de que estos son siervos que han creído en Ti y en Tus signos, han buscado el santuario de Tu presencia y se han vuelto hacia Tu semblante, han dirigido el rostro hacia la corte de Tu cercanía y han recorrido el camino de Tu complacencia, Te han adorado según Tu deseo y se han desprendido de todo salvo de Ti. ¡Oh Señor! Confiere en todo momento a sus espíritus y sus cuerpos una porción de las maravillas de Tu misericordia que abarca todas las cosas. Tú, verdaderamente, eres poderoso para hacer lo que Te place. No hay Dios salvo Tú, el Omnipotente, el Todoglorioso, Cuya ayuda todos imploran.

Te suplico, oh Señor, por Él y por ellos, y por Aquel a Quien has establecido en el trono de Tu Fe y has hecho que predomine sobre todos los moradores de la tierra y del cielo, que nos purifiques de nuestras transgresiones, que ordenes para nosotros una sede de verdad en Tu presencia, y hagas que nos asociemos con aquellos a quienes las adversidades del mundo y sus contratiempos no han impedido volverse hacia Ti. Tú eres, verdaderamente, el Omnipotente, el Más Exaltado, el Protector, Quien siempre perdona, el Más Misericordioso.

Bahá’u’lláh

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