Me he levantado esta mañana por Tu gracia, oh mi Dios, y he dejado mi hogar confiando plenamente en Ti y entregándome a Tu cuidado. Haz descender, pues, sobre mí, desde el cielo de Tu misericordia, una bendición de Tu parte, y permíteme regresar a salvo a mi hogar, tal como me permitiste salir de él bajo Tu protección, con los pensamientos firmemente orientados hacia Ti.
No hay otro Dios más que Tú, el Único, el Incomparable, el Omnisciente, el Sapientísimo.