¡Oh Tú que sostienes en Tu puño el Reino de los nombres y el Dominio de todas las cosas! Tú ves cómo me he vuelto un extraño fuera de mi país a causa de mi amor por Ti. Te suplico, por la belleza de Tu rostro, que hagas de la lejanía de mi tierra un medio para que Tus siervos se aproximen al Manantial de Tu Causa y al Amanecer de Tu Revelación. ¡Oh Dios! Te invoco con una lengua que no ha expresado una sola palabra de desobediencia a Ti, implorándote que, por Tu soberanía y poder, me mantengas a salvo en el refugio de Tu misericordia y me concedas fuerza para servirte a Ti y para servir a mi padre y a mi madre. Tú eres, en verdad, el Todopoderoso, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo.