¡Él es Dios!
¡Oh bondadoso Señor! Somos pobres niños, pequeños y necesitados, y, aun así, somos plantas que han brotado junto a Tu arroyo celestial y retoños cubiertos de flores en Tu primavera divina. Haz que nos volvamos verdes y lozanos mediante las efusiones de las nubes de Tu misericordia; ayúdanos a crecer y desarrollarnos con los rayos del sol de Tus generosas dádivas, y haz que nos refresque la brisa vivificadora que sopla desde las praderas de la Verdad. Permítenos llegar a ser árboles florecientes cargados de frutos en el vergel del conocimiento, estrellas resplandecientes que brillen en el horizonte de la felicidad eterna, y lámparas radiantes que iluminen al conjunto de la humanidad.
¡Oh Señor! Si nos fuera brindado Tu tierno cuidado, cada uno de nosotros se remontaría, como un águila, al pináculo del conocimiento; mas si nos abandonaran a nuestra suerte, nos consumiríamos y caeríamos en la carencia y la frustración. Seamos lo que seamos, de Ti procedemos y ante Tu umbral buscamos refugio.
Tú eres el Otorgador, el Munífico, el Más Amoroso.