¡Oh Dios Compasivo! ¡Oh Señor de las Huestes! Alabado seas por cuanto has preferido a estos pequeños niños por sobre los mayores y adultos, y les has concedido Tus especiales favores. Tú los has guiado. Tú has sido bondadoso con ellos. Les has conferido iluminación y espiritualidad. Confírmanos de modo que, cuando hayamos crecido, nos ocupemos en el servicio a Tu Reino, nos convirtamos en causa de la educación de otros, ardamos como cirios resplandecientes y reluzcamos como brillantes estrellas. Tú eres el Munificente, el Conferidor, el Compasivo.