Se consigna y está escrito en la primera línea de la Tabla, y oculto en el santuario del tabernáculo de Dios:
¡OH MI SIERVO! No abandones el dominio sempiterno a cambio de aquello que perece, ni deseches la soberanía celestial por un deseo mundano. Éste es el río de vida eterna que ha fluido desde el manantial de la pluma del misericordioso: ¡Bienaventurados aquellos que de él beben!