¡Oh mi Dios! ¡Oh mi Dios! Atestiguo que este es Tu Día, que ha sido mencionado en Tus Libros, Tus Epístolas, Tus Salmos y Tus Tablas. En él has puesto de manifiesto lo que estaba oculto en Tu Conocimiento y guardado en los depósitos de Tu protección infalible. Te suplico, oh Señor del mundo, por Tu Más Grande Nombre, por el cual fueron sacudidas las extremidades de las gentes, que ayudes a Tus siervos y a Tus siervas a que se vuelvan constantes en Tu Causa y a que se dispongan a servirte.
En verdad, Tú eres poderoso para hacer todo cuanto sea Tu voluntad, y en Tu puño están las riendas de todas las cosas. Tú proteges a quien deseas mediante Tu Poder y Dominio, y Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, Quien todo lo domina, el Más Poderoso.