¡Oh mi Dios, oh mi Dios! Verdaderamente, esta planta ha dado su fruto y permanece con el tallo erguido. Verdaderamente, ha dejado atónitos a los campesinos y ha inquietado a los envidiosos. ¡Oh Dios! Riégala con las lluvias que caen de la nube de Tus favores, y haz que produzca grandes cosechas, acumuladas como imponentes colinas en Tus tierras. Enciende los corazones con un rayo que brille desde Tu Reino de la Unicidad. Ilumina los ojos al contemplar los signos de Tu gracia, y deleita los oídos al escuchar las melodías de las aves de Tus confirmaciones que cantan en Tus jardines celestiales, de tal modo que estas almas lleguen a ser como peces sedientos que nadan en los remansos de Tu guía, y verdaderos leones que recorren las selvas de Tu munificencia. Verdaderamente, Tú eres el Generoso, el Compasivo, el Glorioso y el Conferidor.