Oh mi Dios, permíteme acercarme a Ti y habitar dentro de los recintos de Tu corte, pues el alejamiento de Ti casi me ha consumido. Haz que repose a la sombra de las alas de Tu gracia, pues la llama de mi separación de Ti me ha fundido el corazón dentro de mí. Acércame al río que es, en verdad, la vida, pues mi alma se consume de sed en su incesante búsqueda de Ti. Mis suspiros, oh mi Dios, proclaman la amargura de mi angustia, y las lágrimas que derramo atestiguan mi amor por Ti.
Te imploro, por la alabanza con que Te alabas a Ti mismo y la gloria con que glorificas Tu propia Esencia, que nos permitas ser contados entre aquellos que Te han reconocido y han confesado Tu soberanía en Tus días. Ayúdanos, entonces, oh mi Dios, a beber de las manos de la misericordia las aguas vivas de Tu amorosa bondad, para que nos olvidemos por completo de todo excepto de Ti y estemos ocupados solo contigo. Poderoso eres Tú para hacer lo que deseas. No hay Dios sino Tú, el Poderoso, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo.
¡Glorificado sea Tu nombre, oh Tú que eres el Rey de todos los Reyes!