¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Tú eres Aquel que ha inflamado, con el fuego de Su amor, los corazones de quienes han reconocido Tu unidad, y ha iluminado, con los resplandores de Su semblante, los rostros de los que se han acercado a Tu corte. ¡Cuán abundante, oh mi Dios, es la corriente de Tu conocimiento! ¡Cuán dulce, oh mi Amado, es el daño que, en mi amor a Ti y, por Tu complacencia, sufro a causa de los dardos de los malhechores! ¡Cuán gratas son las heridas que, en Tu camino y a fin de proclamar Tu Fe, me infligen las espadas de los infieles!
Te suplico, por Tu nombre, mediante el cual conviertes la inquietud en tranquilidad, el temor en confianza, la debilidad en fortaleza, la humillación en gloria, que nos ayudes con Tu gracia, a mí y a Tus siervos, a ensalzar Tu nombre, entregar Tu Mensaje y proclamar Tu Causa, de modo tal que permanezcamos impasibles ante el asedio de los transgresores y la ira de los infieles, oh Tú que eres mi Bienamado.
Oh mi Señor, soy Tu sierva, que ha escuchado Tu llamada y se ha dirigido presurosa hacia Ti, huyendo de sí misma y poniendo su corazón en Ti. Te imploro, oh mi Señor, por Tu nombre, que ha dado origen a todos los tesoros de la tierra, que me protejas de las insinuaciones de quienes no han creído en Ti y han repudiado Tu verdad.
Potente eres Tú para hacer lo que deseas. Tú eres, verdaderamente, el Omnisciente, el Sapientísimo.